La ciudad de la luna eterna by Sanz Esther

La ciudad de la luna eterna by Sanz Esther

autor:Sanz, Esther [Sanz, Esther]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Juvenil, Romántica
editor: Montena
publicado: 2013-05-31T04:00:00+00:00


Anotaciones al margen

LOS días siguientes transcurrieron con veloz tranquilidad. Incluso el invierno había decidido adelantarse al otoño cubriendo las montañas de nieve y envolviendo la ciudad con un aire helado. Habían pasado dos semanas desde nuestro encuentro con Dante y aún no habíamos tenido noticias de él. Mientras esperábamos a que nos citara en su galería, habíamos decidido disfrutar de nuestra pequeña tregua. Ambos sabíamos que aquella aparente calma pronto se acabaría.

Mis días transcurrían entre las clases y los brazos de Robin. Por las tardes, cuando regresaba de la academia, paseaba de su mano por Florencia, descubriendo los rincones más insólitos de la ciudad renacentista. Por las noches, me acurrucaba junto a él en su enorme cama. Cuando no ascendía hasta las cumbres del placer, me limitaba a apoyar la cabeza sobre su pecho y a sentir el roce de sus labios en la frente, o el arrullo de su voz explicándome increíbles historias de su vida.

A veces charlábamos hasta quedarnos dormidos, y otras, disfrutábamos en silencio de nuestra compañía mientras observábamos el viento agitar los árboles del jardín tras la ventana.

Algunas mañanas, cuando estaba en clase, el simple recuerdo de la intimidad compartida la noche anterior me encendía las mejillas.

Durante esos días llegué a conocerle mejor y a interpretar cada gesto de su rostro. Me impresionaba la forma en que se crispaban sus labios cuando hablaba de la Organización o cómo se tensaban los músculos de sus mejillas cuando se sumía en oscuras reflexiones. Pero también cómo se le humedecían los ojos al recordar a su hermana o su forma de mirarme cuando le explicaba anécdotas de mi infancia.

Me divertía el brillo de su mirada cuando ideaba alguna travesura y cómo estallaba en carcajadas cuando le gastaba una broma. Llegué a descubrir su lado más salvaje, cuando me tomaba en brazos y hacíamos el amor hasta la extenuación, y su lado más tierno cuando me asaltaba alguna pesadilla y me mecía hasta quedarme dormida.

Robin me inquietaba y me daba paz a partes iguales. Me intimidaba su inteligencia, la fortaleza de su cuerpo musculoso y su pasado oscuro. Pero todo eso, precisamente, era también lo que me hacía sentir protegida. A sus veintidós años había acumulado demasiadas vivencias dramáticas, y había huellas en su piel que jamás se borrarían.

Aunque no era el primer chico al que entregaba mi corazón, aquello era lo más parecido a una relación que había experimentado en mi vida. Sabía que aquella nube pronto se desvanecería, pero aun así había momentos en los que me olvidaba de todo y sentía la necesidad de compartirlo con una buena amiga.

Tal vez por eso me acordé de Paula.

Mientras esperaba a Robin en la cafetería de al lado de la academia, a la hora del almuerzo, marqué el número de mi amiga barcelonesa.

A ella no había podido explicarle lo de Bosco. Por un lado, porque debía proteger el secreto y a ella misma. Pero, por otro, porque no me hubiera creído si le decía que me había enamorado de un chico guapísimo de más de cien años.



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